Cicatrizar bonito
Me encantan las cicatrices, las que se ven y las que no, porque creo que las cicatrices y sus cicatrizaciones dicen más de nosotras que lo que nosotras mismas decimos.
Cuando era pequeña siempre llevaba las piernas magulladas, no había verano que no me llevara una caída en bici, corriendo o jugando a lo que fuera.
Recuerdo cada una de ellas.
Algunas duraban más, otras eran más superficiales pero la gran mayoría me han dejado marca.
Recuerdo especialmente una: mi madre me había comprado, a regañadientes, unos Levi´s 501, ya sabes en los 90 era lo que “había que llevar”, era viernes y los estrenaba orgullosa, al llegar la tarde, ya en la casa de la montaña, me disponía a salir con mis amig@s y mi madre me pidió que me cambiara, obviamente la desobedecí, me sentía fabulosa en mis nuevos jeans. Cuando llegué con mi grupo de amig@s, estaban jugando a bote, ¿imaginas como acaba la historia?
Corría de la mano de una amiga a escondernos cuando tropecé con sus pies y caí de bruces arrastrando la rodilla derecha por el suelo. Los pantalones se rajaron, desgarrándose sin opción a arreglo, y me hice una herida bastante profunda al quemarme con el asfalto. Recuerdo que era inicio de verano porque me costó mucho sanar y cicatrizar esa rodilla, recuerdo que me pasé como un mes con una infección que mis padres me curaban como dos veces al día, la costra duró al menos un mes más. Esa herida me costó innumerables broncas porque en aquel momento de mi vida, bañarme en la piscina, hacer cabañas en el bosque y seguir jugando a lo bruto, eran prioridad. Me costó mucho curarme y no volví a tener unos Levi´s hasta que me los pude pagar.
Ya no llevo Levi´s, pero todavía tengo la marca.
Hay heridas que te marcan de por vida. Hay rasguños, cortes y quemaduras que llevarás contigo siempre, pero si lo piensas, cuando pasa el tiempo necesario de cura y cicatrización se convierten en una característica única de ti misma.
¿Qué pasa con las que no se ven?
Pues exactamente lo mismo. Da igual desde donde te caigas, cuan profunda sea, un día esa herida sana y al mirarla de frente entiendes que te ha hecho de otra manera, se ha convertido en parte de quien eres, puede ser que defina tu carácter, tu forma de relacionarte, tu miedo, tu valentía, tus prioridades y la forma en la que te cuidas.
Esa cicatriz eres tú. Habla de como afrontaste aquello que te pasó, habla de como te has ocupado de curarte, cuenta una historia que te marcó de por vida, como la marca de mi rodilla derecha.
Para mi cada herida es una oportunidad, un lugar desde el que regenerar, una oportunidad de cuidarte a ti, de decidir que hacer con ella, si taparla o destaparla, si dejar que se cure sola o hurgar hasta llegar al punto más hondo para desde ahí curar sin opción a que se pueda infectar.
Por eso mismo, yo no quiero vivir sin mis cicatrices, las que se ven y las que no, porque creo que las cicatrices y sus cicatrizaciones dicen más mi que lo que yo misma digo.