La Generosidad de lo Cotidiano

 

Picture by @Ian_originals

 

Me levanto y me acuesto cada día de mi vida conmigo, pero a veces, no me acompaño.

Es un acto normal, casi rutinario.

Los días pasan empiezo a sentir que algo va mal, estoy enfadada, irascible, culpo hacia fuera, empiezo a dudar de mí, de mi trabajo, de mi red.

Necesito estar conmigo, tiempo de calidad, a solas con esta mujer que soy hoy. 

Me desconecto cien veces de mi en un mismo mes, a veces, en un mismo día. 

Pero la ventaja es, que ahora soy consciente, lo hago consciente, y la vida me regala maneras muy cotidianas de volverme a conectar. 

A veces me encuentro conmigo en un libro de mi librería, o en un paisaje de mi entorno, a veces me reencuentro mientras hago deporte, otras en un sonido, o en un olor, a veces vuelvo a mi en un acto cotidiano de amor propio como un plato bonito y nutritivo, o en un simple pensamiento mientras contemplo la vida con un té en las manos, muchas veces me encuentro a mi misma poniendo foco en lo que me rodea, mi casa, mi armario, mi agenda y siempre me encuentro en la meditación. 

Mi mente ordenada y organizada a veces me desconecta, porque me culpa de no llevar a cabo mis rutinas, esas que sé, por gran experiencia, que me van a devolver a mí. Pero mi mente caótica y fatalista está aprendiendo a ser más flexible y me permito no hacerlo todo bien. 

El equilibrio entre mis dos (mil) versiones, me ha regalado una extraña y maravillosa manera de ver la vida. Ahora, “simplemente”, sigo adelante con mi día a día, con mi desgana si la tengo, con mi energía desbordante si me acompaña, transito los días, los miedos y el desorden desde otro lugar, porque tengo la certeza de que, muy pronto, me voy a echar de menos, y voy a necesitar volver a encontrarme conmigo.

Y ahora mismo, no hay NADA en mi vida que sea mejor que ese momento, esa sensación de generosidad pura, esa sensación de estar haciendo lo único que debo hacer, esa sensación de amor propio que me inunda hasta el último centímetro cúbico de mi.  

No soy perfecta, y ya nunca sueño con serlo, perdí esa necesidad por el camino, y se que nunca más la voy a tener, porque me he enamorado de mi imperfección, he entendido al fin que esta soy yo, que necesito caos en tanto orden, que necesito melancolía en tanta valentía, que necesito calma en tanta intensidad.

Soy muchas en una, escondidas en un cuerpo vulnerable, en medio de una inmensidad que me abruma y se me escapa. 

No tengo que entenderlo todo, no tengo que entender a todo el mundo, tampoco tengo que hacerme entender con todo el mundo, tengo que intentar entenderme a mi, a mis movimientos, a mis ciclos, a mis inicios y a mis finales, a mi forma de ver la vida, a mis sueños, mis defectos, mis virtudes y mis estados.

Estoy orgullosa de ser extraordinariamente normal, excelente y pésima, cualquier persona y persona importante, valiente y cobarde. Soy mis actos, soy mis errores y mis aciertos, soy mi amor propio, soy real, soy normal.

 

Tengo la sensación de que estas mil cosas se van haciendo una, y es, cada vez más fácil estar en mí. He tardado muchísimo más de lo que me gusta admitir en encontrar esta versión, en poner palabras a mi misma, en estar en paz y orgullosa de mi y conmigo.

Y ahora el camino es más sencillo, porque sólo se trata de seguir caminándolo. Se trata de seguir en mí, trabajándome en lo que necesite, cambiando las veces que haga falta, reinventándome a cada paso, a cada golpe, a cada lágrima, a cada éxito, a cada carcajada, a cada fracaso y a cada orgasmo. 

Vivir la vida, con lo que venga y con lo que se vaya, con lo que yo decida y con lo que me encuentre en el camino. Decidir por mi, poniendo consciencia, con mis valores por bandera y con lo que me dé la gana.

 

El Otoño me vio nacer y me ve renacer en cada vuelta.

 

Sé que estás cansad@, sé que parece que lo que era con el verano y el buen tiempo ha desaparecido, sé que la rutina, el anochecer temprano y el frío te hacen sentirte rar@ en ti, pero hoy te pido que intentes verlo desde el lado de la naturaleza. 

Este momento, que te brinda la tierra, es para volver a ti. Ves hacia dentro, acurrúcate bajo la manta y háblate, lee a quien te apetezca, come lo que tú cuerpo necesite, escríbete para oírte y búscate incansable hasta estar en ti, abrazándote, preparándote para el invierno en calma y para la explosión de la primavera, preparándote para los ciclos, las vueltas y los sueños, rotos y cumplidos. 

Y prométete que, aunque te vayas a dejar sol@ de vez en cuando, siempre, siempre, siempre, vas a buscar el camino de vuelta a ti.

Anterior
Anterior

Siempre quise Ser mayor

Siguiente
Siguiente

Me dejé por Otro