Siempre quise Ser mayor

 
 

Y eso me impidió seguir jugando.

 No recuerdo en que momento abandoné los inventos, la creatividad, los conciertos imaginarios, no sé en que momento dejé de crear idiomas, bailes, crear mis propias obras de Arte y de montarme videoclips en la cabeza.

Pero lo hice.

Y me prohibí echarlo en falta porque, yo, quería ser adulta. Quería trabajar, formar parte de las conversaciones, que se me escuchara. Quería ser válida, y como niña, me sentía ridícula e insignificante. No sé si fue mi carácter, mi falta de autoestima, mi educación o alguna creencia, pero siento que ser pequeña me hacía sentir ridícula.

Recuerdo que siempre buscaba en las expresiones de los adultos una señal de que no me trataban como una cría, y cuando la expresión decía algo tipo “tú que sabrás” o “que mona eres” me sentía muy muy avergonzada.

Así que creo que me perdí algo.

Si hay algo con lo que me he reencontrado a través de mi Arte y de mi emprendimiento es con esa sensación de estar jugando, y más importante todavía, he encontrado la sensación de que estar jugando está bien, es lo correcto, y no está reñido con ser adulta.

De hecho, empiezo a pensar que, para ser una buena adulta tengo que aprender a jugar. A jugar bien.

Vivir es probar, crear, intentar, inventar, perder, volver a empezar.

Y si esto no es jugar que venga el universo y me lo diga.

En mi faceta más íntima, soy una maravillosa payasa. Me gusta bailar arrítmicamente descalza y sin sentido por casa, inventar letras de canciones y tener ideas con la única finalidad de divertirme. Me gusta sorprender y que me sorprendan, me gusta inventar idiomas y acentos, me gusta inventarme nombres, me gusta llorar de la risa y mover continuamente los muebles de sitio para sentir que vivo en una casa diferente cada día.

Pero en mi Arte, a ratos, me cuesta jugar. Supongo que me dejo llevar por esa creencia limitante de no llamar demasiado la atención, de no destacar, supongo que siempre he buscado la justa mediocridad que no desagrade a nadie pero que tampoco encante, y ¿sabes que? Esa no soy yo.

Por eso me siento muy agradecida a la Fotografía y al Emprendimiento, agradecida a cada Artista que llega a mi para inspirarme y para sentir esa envidia que yo transformo en admiración e inspiración. Agradecida a mi niña interior que me grita, a todo pulmón, que quiere jugar todo lo que no me permití jugar, que quiere ser libre, ser verdadera esencia. Agradecida a cada compañer@ canin@ que ha pasado por mi vida, que en su ser salvaje me han enseñado a volver a jugar, con el morrete lleno de arena, el pelo lleno de pinchos o las patas llenas de barro. Agradecida de cada persona que llega a mi vida para compartir bailes, idiomas, ideas, risas a carcajadas, proyectos, diarios, paseos inspiradores, sexo desinhibido, búsqueda del propósito, viajes, conciertos, exposiciones, aventuras, reubicación de muebles, películas mentales, preguntas y todo lo que me hace sentir conectada con mi esencia.

Así que, no pienso dejar de jugar, de hecho, voy a seguir creando mis espacios (y mis relaciones) para hacerlo cada vez más.

Jugar me enseña a ser mejor adulta.

Jugar me hace a ser yo.

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