Me dejé por Otro
Sesión de MirArte para Tiziana
Sí, yo lo hice.
Me perdí en el dolor de una ruptura, me perdí en la desesperación de la decepción de una persona a la que me entregué sin medida, enloquecí de la sensación más desoladora que he sentido en mi vida.
Me perdí en la pena, en los recuerdos y en su lado vacío de la cama.
Yo, me dejé por otro.
Pero, con amor y paciencia, me encontré a mi.
Y por ello siento el valor de todo lo sentido, de esa soledad irreal que te deja el luto del que no ha muerto, del que te ha dejado.
Es doloroso escribirlo incluso ahora, años después, con una vida muy distinta al otro lado del río, habiendo avanzado tanto en el camino que, entonces, parecía estancado.
Pero desde aquí lo entiendo.
No a él ni a su forma de actuar, que para mi fue incorrecta, pero esa es su responsabilidad y no la mía.
Entiendo mi parte.
La que hace que mi vida tenga sentido hoy, mi “todo pasa por algo” que, aunque sea raro y doloroso, es verdad.
Aquella vivencia me trae extraños recuerdos de aprendizajes que se fueron forjando y que hoy siento integrados en mi. Aprendizajes sobre la vida, sobre mi misma, sobre mi vulnerabilidad, sobre mi manera de querer, sobre el amor, sobre la sensación de que a cualquiera le puede pasar, el aprendizaje de entender que yo soy cualquiera, solo una persona más en este mundo, una mujer normal, que es mejor y peor en miles de aspectos que el resto de personas.
Ese aprendizaje, ese baño de humildad, te lo debo a ti dolor. Gracias.
Aprendizaje sobre lo poco que me quería a mi misma y lo difuminado que estaba mi foco en mi, poniendo la luz sobre miles de libros y terapias que me enseñaron, sí, pero que sólo rozaban la enorme y oculta necesidad de quererme a mi misma, sin filtros, así como soy, imperfecta.
Y ese aprendizaje es el que vale toda la pena.
Me enseñé a decidir que no quiero perdonar lo que atenta contra mis valores, que no tengo porqué justificarme nunca, y que si lo hago sea con consciencia propia, que merezco lo que quiero y lo bueno que tengo, que puedo atraer a mi vida y sacar de ella cualquier energía.
Me enseñé que el amor de mi vida soy solamente yo, y que amar a otro ser y crear una intimidad, es un proceso que, a mi parecer, merece la mayor de las consciencias (Mayor Consciencia).
Me enseñé que puedo vivir con una herida (y con cientos) que quizás nunca cicatrice del todo, y que eso no me hace menos nada y me hace mucho más yo. Y aprendí que, como todo lo demás que hay en mi, primero debo aceptarla, amarla y darle su lugar, ahora sé, que mi herida está ahí por algo.
Por muchísimas cosas en realidad.
He dejado de bajar la cabeza por lo que ya no me avergüenza, he dejado de intentar perdonar hacia fuera y me he perdonado a mi, y sigo haciéndolo, he empezado a aceptar y cambiar, en la medida de lo necesario, la que fue y es, mi responsabilidad afectiva, he empezado a ser mi prioridad para asegurarme de no volverme a dejar por otro, por otra, por nadie más.
Hoy y siempre, con todas mis heridas, cicatrices, y responsabilidades, estoy conmigo.