Tus propósitos los escribe otra persona

 
 

Porque quien escribió los propósitos a finales del año pasado no eras tú.

Hoy quiero contarte algo que me he enseñado a mi misma, sin querer, hoy me apetece escribirte a la vez que pongo orden a lo vivido en 2021.

Llevo más de 20 años haciendo balance a final de año, siempre he escrito lo que he conseguido y sobretodo lo que no, basándome en una lista de propósitos que siempre guardaba en un sobre el 31 de diciembre para volverla a leer el 31 de diciembre siguiente, y así tener un pretexto sobre el que sorprenderme, castigarme, reprocharme… 

En este 2021, en el que he alcanzado una maravillosa y sanadora conexión conmigo misma, he entendido que no tiene ningún sentido hacerme una lista de tareas hoy y hacer responsable a la Patri de dentro de un año, porque no conozco a esa Patri todavía, igual que la de Diciembre de 2020 no me conocía a mi. He empezado a pensar que nos imponemos imposibles y nos marcamos un montón de “comos” que lo único que hacen es limitarnos a la posibilidad de dejarnos sorprender por la vida. 

Bien, pues mientras maceraba esta nueva idea en mi mente se iba acercando fin de año, y la carta en el sobre verde con el texto “Para Diciembre 2021” me esperaba en mi diario. He tenido la intención de quemar el sobre sin leerlo, sintiendo que no me apetecía decirme en que he fallado, que he descuidado o que me ha quedado por hacer (otra vez). Pero la verdad es que nunca recuerdo lo que escribo, y había una enorme curiosidad, así que hace un par de días pensé en abrirlo y leer la carta desde otro lugar, sintiéndome libre de culpas, y sabiendo que el año pasado me propuse cosas desde el amor y haciéndolo lo mejor que supe. 

 Así que lo abrí. 

 Resulta que la Patri de 2020 ya había aprendido esa lección, o quizá estaba cansada de pedirse imposibles que habían perdido su validez 12 meses después. La Patri de 2020 escribió una carta sin propósitos, emulando a la Patri que soy hoy, hablándome sobre lo bonito y lo feo, sobre lo grandiosos y lo minúsculo que he conseguido de este 2021, y, lo más sorprendente de todo, es que no se equivocó, en nada.

 No sé si ha sido la manifestación de lo que necesitaba, la falta de comos, de metas o de expectativas, pero este año he aprendido cosas muy valiosas que no me había propuesto trabajar y he llegado a objetivos que durante años me había impuesto sin conseguir. Este año he soltado el control, vaya si lo he hecho, y ¿sabes que? Ha sido unos de los años más importantes de mi crecimiento personal. 

Me siento bien en mi piel, mi negocio se ha consolidado, mis heridas han pasado a ser una parte bonita de mi, lo que manifestaba mi parte más interna ha llegado a mi para quedarse. 

Hoy soy la versión de mi que más me gusta hasta ahora y, a pesar de tener planes de seguir creciendo y objetivos de futuro, empiezo este 2022 con un único propósito: seguir aprendiendo a fluir, permitiéndome dolor, frustración y rabia, celebrándome éxitos y aprendizajes, aceptando y transitando cada reto cuando se presente, si se presenta y de la manera que se presente. 

Porque si algo nos han enseñado los últimos dos años es a vivir cada día y adaptarnos a cada segundo de la vida.

 Voy a seguir planificando y poniendo foco en mis sueños, porque es mi manera de pasar a la acción, pero esta vez me voy a permitir los tachones en el calendario y los borrones en la agenda, porque eso significará estar siguiendo a mis tripas, a mis necesidades, a mi intuición, a mi evolución, a mi madurez.

 

A mi. 

 

Este año voy a seguir saboreando cada paso, cada reto, cada giro y cada rato de paz, porque así me abro a la posibilidad, a las posibilidades, al universo entero.

 Quizás hay que dejar de hacer balances dolorosos, quizás hay que dejar de escribir propósitos. 

 Tal vez lo importante sea bailar con lo que nos hace sentir viv@s.

 Feliz 2022, feliz fluir.

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